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miércoles, 22 de febrero de 2017

Convocatoria: Este jueves un relato "Historias de una escalera"


15 escalones de mármol blanco... 
Así es la escalera de entrada de la casa en alto en la que viví desde que nací, hasta hoy. 
En cada escalón tengo un recuerdo. Un resbalón, un secreto, el primer beso y el amor.
El amor, que esperaba con ansiedad el fin de semana para florecer, entre inocencia y miedo, cada tarde de domingo cuando toda la familia terminaba de almorzar y los mayores se quedaban hasta la noche tomando  y jugando al truco hasta el hartazgo sin moverse del comedor.
El amor que comenzó en la travesura de escaparnos de los grandes para no aburrirnos y terminó con la necesidad de escondernos de ellos y también de nosotros mismos. 
Al principio nos escabullíamos un rato, sin salir a la calle para que no nos vieran desde el balcón, para sentarnos sobre los escalones inmensos y frescos  de la escalera. Muy cerquita uno del otro sin saber que hacer. Hasta que una tarde de verano cuando ya la adolescencia nos latía en la piel, el rato se hizo eternidad en un beso. Entonces supimos que ese refugio de mármol blanco iba a ser el testigo silencioso de nuestros pecados. El pecado de amarnos y de  convertir poco después el beso en entrega. El pecado de mentirles a todos durante años. Hasta que empezaron con las sospechas.
Yo no sé como pude seguir viviendo después de que sin darnos explicaciones, ni preguntarnos nada, mis tíos dejaron de venir a casa y mandaron a su hijo de viaje a Buenos Aires con la excusa de que estudiara una carrera en la gran ciudad. 
No sé como soporté la ausencia sin despedida y el silencio impuesto, ni como reprimí el llanto ovillado en mi garganta cuando después de un tiempo vino de visita mi tía y nos dio con euforia la noticia de que su hijo estaba de novio y a fin de año, antes de terminar la carrera, se casaba. 
Lo que sí sé es que, más allá del dolor del adiós físico,  todo lo que hizo con su vida desde su forzada partida fue para salvarnos. Lo sé porque me lo dijo en la única carta que pudo mandarme y que rescaté del cajón donde mis padres la habían escondido, muchos años después de que fue escrita.
La verdad es que yo nunca más pude volver a sentarme con alguien sobre esos escalones que fueron nuestros y que empapé con mis lágrimas, todos los siguientes domingos de los siguientes diez años que pasaron desde que se fue. 
Pero ahora es mi turno para bajar esta escalera sin mirar atrás.
Lo haré esta noche, vestida de blanco y fría como ese mármol, lista para ir a mi boda y reconstruir mi vida. Porque ahora me toca a mí salvarme  y perdonarme esta culpa reincidente de seguir amándolo más allá de cualquier otro destino que la vida nos imponga.
Sindel Avefénix

Muchas más historias de escaleras en lo de: Charo - ¿Quieres qué te cuente?




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